¿Qué estrategia tomarías si te dan la misión de cocinar una cena para 50 personas pero de un menú que nunca has preparado? Puede que seas un chef reconocido, con grandes habilidades en la cocina, pero difícilmente vayas a preparar esa receta el mismo día del evento sin haber practicado antes. No queremos perder tiempo, dinero ni menos reputación. Entonces porque lanzaríamos un producto y/o servicio innovador sin estar seguros de que nuestro “menú” funciona?
El ecosistema en el que vivimos es limitado y finito, los recursos naturales y artificiales son escasos, al igual que el tiempo y el presupuesto que se maneja al interior de las empresas, por lo que es evidente que no podemos desperdiciarlos. Sería insensato pensar en hacer un all in, apostando todo nuestro presupuesto en tan solo un gran lanzamiento si no estamos seguros de tener un poker de ases en la mano, pero ¿es posible estar así de seguros cuando hablamos de innovación?
Al hablar de innovación entendemos que los producto y/o servicio tiene un coeficiente de incertidumbre medio o alto, lo que significa que no tenemos total certeza que estos vayan a funcionar cuando sean implementados. Es por esto que debemos ir aumentando esta probabilidad a lo largo del desarrollo del diseño. Si bien no hay una receta perfecta para hacer buenos productos y/o servicios, si existen metodologías y formas de llevar a cabo estos procesos que nos facilitarán y ayudarán a cargarlos de certidumbre.
Unas de las cosas que intento impulsar constantemente, tanto con amigos, familiares o en las empresas que he colaborado, es la de crear el hábito experimentar. Ponernos la bata de un científico, tomar nuestros diseños y someterlos a pruebas constantes en ambientes controlados, para finalmente mirarlo con un microscopio y analizar sus oportunidades de mejora. Cuando hablo de la experimentación no solo hablo de un momento específico en que se lleve a cabo, si no de algo que es parte de nuestra rutina y se realiza constantemente en los desafíos que tengamos por delante.
La experimentación o testeos se pueden realizar durante todo el ciclo de vida del diseño, desde la conceptualización hasta la implementación. Lo importante es que, al igual que un científico, debemos diseñar muy bien el experimento para obtener resultados que aporten a la investigación. No es necesario armar un gran evento gastando gran porcentaje del presupuesto para poner a prueba el diseño. Un buen experimento logra conjugar eficientemente el tiempo y los recursos involucrados para aumentar el aprendizaje y certidumbre del proyecto.
He recibido muchas veces la pregunta sobre cuándo es necesario o vale la pena experimentar. Mi respuesta en simple es ¡Siempre! Todo producto y/o servicio tiene oportunidades de mejora, por lo que en todo instante es posible ponerlos a prueba para analizar su desempeño y mejorarlos, inclusive después de haber hecho un lanzamiento puedes seguir experimentando, no por nada los productos van mejorando constantemente después de haber salido al mercado.
Muchas veces el ritmo acelerado en que estamos o una cultura de triunfalismo nos hace cuestionar poco nuestras decisiones, creyendo que lo que diseñamos es perfecto, pero este es uno de los errores más grandes que podemos cometer. Debemos comprender que nuestro mejor aliado para el éxito serán las críticas y comentarios externos, porque es desde ahí de donde podremos obtener el mayor aprendizaje.
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